La vida de un indigente (Historia real).

Han pasado muchos años desde aquel día donde colapsaron mis sueños y aun cuando fue difícil, decidí alejarme de mi hogar un paso a la vez.
No consulte un mapa a la hora de huir de mi ciudad, tome la vía más próxima y desde entonces no he dejado de vagar pueblo por pueblo, ciudad por ciudad.

Si me preguntas ¿Cuántos metros he caminado desde aquel triste año de 1987? No sabría darte un dato exacto. He visto cientos de veces el sol nacer al oriente y es en ese instante donde vuelve mi faena de seguir caminando al siguiente pueblo. ¿Mi lugar de descanso? Un puente, la banca de un parque, una acera de un centro comercial, etc.
Mi sustento depende de lo que algunas personas piadosas me dan en mi peregrinaje. No muchos están dispuestos a extenderle la mano a un sucio indigente. Son más los que deciden ignorarme e incluso insultarme que aquellos que a lo largo de los años han decidido darme una “limosna” y de esta forma seguir existiendo.

No me preguntes si existe Dios. Últimamente estoy considerando que no. Le he rezado en muchas ocasiones pidiendo ayuda y no se aun si escucho, porque hasta este día sigo esperando una respuesta.

Mi familia no sabe nada de mí. Mis padres murieron hace muchos años. Mis hermanos no desean saber nada de mí porque soy un indigente. Mi exesposa no sabe si aún existo, desde que me marche de casa no he sabido nada de ella. ¿Mis hijos? Jamás engendre uno. Me separe de mi esposa antes de traer un hijo al mundo.

Ahora me encuentro en Chantilly (Virginia), no sé qué pasara este día.
La gente dice que Dios tiene planes con los humanos, si eso es cierto, creo que los míos se le extraviaron. Estoy cerca de un McDonald y voy a entrar a ver si consigo al menos un trozo de hamburguesa de alguien que ya no tiene más espacio en su estómago.

La gente me mira como un extraterrestre. Nadie quiere sentarse conmigo a la mesa. Ahora no estoy sucio como de costumbre. Hace dos días alguien me dio dinero para pagar el derecho a darme un baño en un hotel. Entonces si me sentía sucio, debido a que por dos meses no se me había hecho posible bañarme.

Estoy en este lugar porque necesito orientarme. No se hacia dónde está el Norte. Voy de camino a la ciudad de New Jersey, mi ciudad natal. Quizás me falten muchos meses para poder llegar, pero eso no importa. A mis 64 años aún me siento con fuerzas para poder llegar a esa ciudad. Y sino lo logro, bueno al menos no me quede solamente con la idea de lograrlo, lo intente. Si fracaso en mi intento, eso no será algo nuevo. Soy un fracasado por defecto.

La gente que viene a este lugar come mucho, tienen ropa cara, usan celulares muy caros (jamás he usado uno), viajan en carros muy bonitos y sus bolsillos no están vacíos. Ese muchacho que se sentó cerca de mi mesa se nota que vive bien. Su ropa no está desgastada como la mía.

Espero que la trabajadora me dé una respuesta que me ayude a orientarme en el camino a mi destino. Ya no sé qué pensar de la sociedad, no sé si esperar una respuesta positiva o será como siempre.

-Disculpe señorita ¿Hacia dónde queda el Norte?
-La verdad no estoy muy familiarizada con la ciudad y no sé cómo ubicarlo.
-¡Yo podría ayudarlo! Resuena la voz de un muchacho a mi costado.
-¿Cómo podrías? Pregunto. La muchacha se marcha para seguir con su trabajo.
-Dime hacia donde te conduces. –Voy a New Jersey-
-Wow eso está muy lejos de aquí. Necesitas tomar un bus que te lleve hasta allá.
-No importa. Hace más de 20 años que vengo caminando de ciudad en ciudad. Además no tengo el dinero para pagar un boleto. Lo que necesito es que me digas que calle tomar, que me lleve de pueblo en pueblo hasta Jersey.

Cuando el muchacho, que por cierto se llama Alberth escucho esto se quedó sorprendido. El tomo su celular y en un instante me indico la calle que necesitaba tomar. Ahora el sorprendido era yo. Antes necesitábamos grandes mapas para hacer lo que él hizo en menos de un minuto.
-Esa calle que necesitas tomar está lejos de aquí. Vamos, te llevare en mi auto.
-¿Tu auto? Hace mucho tiempo que no subo a uno.
Tomo mis maletas, las cargo hasta su carro. La gente lo mira como si él se estuviera volviendo loco. Subí a su carro, el asiento es muy cómodo. Salimos del parqueo del McDonald y mientras viajábamos comenzó a platicarme de su fe en Dios y de todo lo que Él había hecho en su vida.

-¿Tú crees en Dios? Me pregunto
-Antes lo hacía, pero ahora en realidad estoy comenzando a creer que no existe.
-Sorprendido pregunto ¿Por qué?
-He tratado de hablar con él muchas veces, pero nunca me ha respondido.
- Sabes Él siempre ha escuchado tu oración. Cuando yo llegue a este país vine con las manos vacías. No tenía carro, ni ropa, ni trabajo, pero Dios me ha bendecido porque he permitido que él guié mi vida.

Sus palabras impactaron mi vida. Me dijo que haría una oración por mí. Cerré mis ojos y él puso su mano sobre mi cabeza. Sentí algo especial en mi vida. Luego me aconsejo que siempre haga oraciones a Dios. Y desde ese momento siento que mis dudas acerca de Dios se han esfumado.

Nos detuvimos frente a un banco. El salió del carro y fue al cajero automático.
Nuevamente subió al carro y coloco una suma de dinero la cual me va a permitir vivir por lo menos tres semanas más. Llegamos a la calle que él me había enseñado en su celular y nos estacionamos en una gasolinera.

-Esta es la calle que necesitas tomar para ir New Jersey.
-Perfecto. Me has ahorrado dos meses de camita con traerme hasta aquí. Quizás nunca más te vuelva a ver. Te pido que siempre me lleves en tus oraciones.
-Ten por hecho que siempre orare a Dios por ti. Espero que llegues pronto a New Jersey y que Dios te saque de esta situación que ahora vives.
-Siento que Dios se ha presentado a mi vida a través de ti. Gracias por todo lo que has hecho este día por mí.

Bajo las maletas de su carro. Extendió su mano y me deseo un buen camino.

MORALEJA:
Los milagros siguen ocurriendo. Alberth no disfruta comer la comida de McDonald, pero al no ver otro restaurante decidió entrar y pedir algo para llevar, lo cual no sucedió así. Mientras pedía su orden, se equivocó y pidió la orden para comer en el restaurante. Fue y se sentó al lado de la mesa de Mike (el indigente). No fue una casualidad que el entrara a comer a ese restaurante, fue el propósito de Dios para que Mike se diera cuenta que Dios siempre ha tenido cuidado de él.

No cuento esta historia para alabar a Alberth. Mi propósito es que tú también sientas la responsabilidad de ayudar a quienes lo necesitan. Quizás Dios también se muestra por medio de ti a esas personas o tal vez Dios se muestra a ti por medio de un Mike para probar tu corazón.


A Jehová presta el que da al pobre,
Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar
(Proverbios 19:17)

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