CUANDO PIERDES EL CONTROL

Existen ocasiones en la vida donde nos encontramos limitados a poder cambiar las circunstancias que nos rodean.
Y si nos damos cuenta, es una sensación poco agradable no tener el control de las cosas.

Cuando estamos exentos del control nos sentimos limitados, llenos de dudas y temores.
Pero nos guste o no, estos momentos llegan y es necesario tener una buena aptitud para enfrentarlos.

El prófugo en manos de sus captores… Pérdida del control.
El paciente en manos del cirujano… Pérdida del control.
El acusado a la hora de escuchar el veredicto del juez… Pérdida del control.
La madre cuando su hijo está lejos de su regazo… Pérdida del control.
El pariente cuando tiene que decir adiós a un ser amado… Pérdida del control.

No es relajante. Pero en medio de estos momentos, los cuales no quisiéramos que existieran, podemos aprender a tener confianza en Dios. Si la tempestad es grande y has soltado el timón de tu barco (no porque seas un cobarde, sencillamente has perdido el control) recuerda que puedes invitarle a Él a subir a tu naufragante barca. Es natural que tus amigos y seres cercanos se bajen de tu nave en momentos como estos, pero ese es el instante en el cual Él subirá para auxiliarte.

Si tan solo pudieras dejar tus dudas a un lado.
Si pudieras tan solo creer en Él un poco, Dios no te dejara ir a la deriva.
Esto no quiere decir que tendrás el control de todo, quiere decir que a pesar de espesa que sean las tinieblas TÚ tendrás paz porque Él tendrá todo bajo control.

Confía…

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